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Crónicas de una emancipación

Con ánimo de ofender: domingueros en el campo de concentración

Con ánimo de ofender: domingueros en el campo de concentración

(Imagen de presos en el campo de concentración de Miranda de Ebro, sacada de google images. En realidad, debería ir al final del texto.)

Hace cosa de un par de meses recibí una visita muy especial. Mis invitados se quedaron dos semanas y pensamos que sería buena idea aprovechar para visitar aquellos lugares que no pudieron ver la primera vez que vinieron a Berlín, hace ya dos años; así que estuvimos en Hohenschönhausen -la famosa prisión de la Stasi-, fuimos a la fortaleza de Spandau o nos dimos un garbeo por Grunewald, llegando incluso a subir a Teufelsberg.

Uno de los lugares que los turistas suelen visitar en un primer viaje a Berlín y que entra casi obligatoriamente dentro de los circuitos turísticos de la ciudad y alrededores, es el campo de concentración (Konzentrationslager en alemán y resumido a partir de ahora por mí como KZ) de Sachsenhausen, en la localidad de Oranienburg y asequible en una horita con SBahn y tren. Por su cercanía a Berlín y por las buenas conexiones de transporte público, son muchos los visitantes que no se quieren perder la oportunidad de visitar por primera vez -en la mayor parte de los casos - un centro del horror nazi.

Para ponernos en situación e intentando ser breve. [Si la historia del KZ te la conoces o prefieres leerla de otras fuentes, sáltate el fragmento en negrita]. El campo de concentración de Sachsenhausen (Konzentrationslager Sachsenhausen) fue construido en el verano de 1936 por presos traídos de la prisión de Esterwegen (al Oeste de Alemania) y durante sus dos primeros años de funcionamiento fue un centro de concentración y detención de adversarios políticos del nacionalsocialismo -sobre todo detenidos a través de las primeras purgas contra socialistas, comunistas y opositores en general. A partir de 1938 y sobre todo a raíz del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Sachsenhausen, como otros muchos campos, empezó a albergar de manera masiva a judíos, homosexuales, gitanos, Testigos de Jehová (los llamados "parias" o "asociales" de la Alemania Nazi) y prisioneros de otros países (holandeses, franceses, belgas, polacos o republicanos exiliados entre otros) que además de estar sometidos a torturas, experimentos médicos, marchas interminables, fusilamientos, hambrunas, enfermedades, penosas condiciones, fueron forzados a trabajar como parte de la maquinaria de la industria bélica del Reich para empresas tan conocidas y familiares para nosotros hoy en día como Siemens, AEG o IG Farben.

Con la intensificación de la guerra a partir de 1943, la maquinaria asesina en los campos de concentración fue frenética, los trabajos forzados se recrudecieron en Sachsenhausen, pero también empezaron los gaseos y la cremación de cadáveres, lejos sin embargo de las cifras alcanzadas en Auschwitz u otros campos de exterminio. Sachsenhausen fue además en estos años, centro de una de las operaciones de falsificación de dinero más importantes de la historia, recogida en la película "Los Falsificadores".

Tras el fín de la guerra y la derrota de la Alemania Nazi, Sachsenhausen se convirtió en los primeros años de la posguerra en un centro de detención soviético -que a día de hoy no es visitable- y posteriormente en un centro de detención de la República Democrática Alemana hasta que en 1956 fue abandonado y se gestó como lugar de la memoria del antifascismo. Se erigió un monumento en honor a las víctimas y cada año el dirigente de la RDA de turno (bueno Ulbrich o Honecker) oficiaba un acto, pero además allí tuvieron lugar actos de corte militar, didáctico (excursiones escolares o actos de los Pioneros) u delegaciones de solidaridad internacionalista.

Con el colapso de la Alemania del Este en 1989 y la integración en la Alemania del Oeste, las políticas de la memoria sobre Sachsenhausen siguieron activas pero sin la impregnación socialista de las décadas anteriores. Sachsenhausen se convirtió pues, en un centro de la memoria dedicado a comunistas y opositores del Nazismo, pero también a todos los políticos alemanes que murieron (conservadores pero opositores, socialdemócratas...), a judíos, a ciudadanos extranjeros capturados por no colaborar con la ocupación, a los niños que padecieron los experimentos en las enfermerías, a homosexuales, gitanos y Testigos de Jehová y en definitiva, a todas las víctimas del horror nazi.

Hoy en día Sachsenhausen es uno de los centros más importantes de la memoria histórica en Berlín y aunque apenas queda del original, la estructura del campo y algunos barracones reconstruídos se han convertido en centros didácticos, musealizados, con multitud de recursos audiovisuales, documentos y objetos personales como fotografías, pasaportes, vestimenta, etc., hay infinidad de paneles explicativos en inglés y alemán y los trípticos sobre quién y cómo hacía qué y para qué, se encuentran traducidos en muchos más idiomas como castellano, italiano, francés, polaco, holandés, etc. Además de visitas guiadas y audioguías en estos idiomas, que se contratan/adquieren a la entrada. En definitiva, el que no se entera qué fue y qué es hoy Sachsenhausen es porque sinceramente, no quiere o no tiene interés.

Nosotros nos decantamos por el audioguía porque nos permitía movernos con total libertad por el campo y porque si el audioguía no terminaba de explicar bien, yo podría completar la información (formación profesional ;)). La ventaja del audioguía es que además de contar la historia general del campo, recoge testimonios de audio de supervivientes y anécdotas de la vida cotidiana.

Ese día el campo estaba hasta la bandera, predominaban los grupos de visitas guiadas fundamentalmente en castellano e italiano. Había muchos grupos y estaban por todas partes, casi copándolo todo. En algunos barracones más estrechos era incluso realmente difícil moverse con comodidad. Los turistas eran gente de todas las edades, hombres, mujeres, familias...desconozco si había grupos de otras nacionalidades, yo al menos las dos horas que estuve ahí escuché prácticamente sólo castellano.

Apenas salíamos de uno de los primeros barracones siguiendo el mapa que nos habían dado a la entrada, nos encontramos con varias personas semitumbadas en el suelo, que charlaban muy animadamente de sus cosas mientras se comían un bocadillo y bebían varias latas de cocacola. Esta escena se repitió varias veces a lo largo de la visita en distintos lugares del campo, sólo les faltaban las cartas para echar un guiñote. Mucha gente parecía irse desperdigando de los grupos, los gestos de hastío eran bastante evidentes entre muchos, algunos se quedaban rezagados en el camino y otros sólo hacían fotos. Bastantes aguantaron el tour entero y las explicaciones y se mostraban interesados e impresionados.

Pero vuelvo a la actitud de la "minoría" (minoría significativa en día de llenazo), ¿Sólo se puede visitar un KZ en silencio y cabizbajo? Pues no, se puede hablar y comentar y si se tiene hambre o se está cansado hay unos discretos bancos para sentarse, apartados del "circuito". No hace falta tumbarse en el cesped como cuando se está en la piscina o en el estanque de la Unizar. Lo mismo que uno no se duerme en clase o no come a dos carrillos durante una charla o a una ponencia.

Ir a Sachsenhausen o Auschwitz no es como visitar Alexanderplatz o la Puerta de Brandenburgo. No es un lugar para hacer un par de fotos e irse. Hay que ser muy consciente de la carga histórica y simbólica que un KZ (entre otros lugares de la memoria) representa para la sociedad del lugar donde se encuentra y en general para aquellas sociedades que han padecido un pasado traumático.

Más allá de la responsabilidad individual o del interés personal de cada visitante en el KZ, para mí se trata de un problema de carencias: carencia en políticas educativas en la historia reciente y en historia de las dictaduras, carencia en la divulgación de la historia del exilio y la represión franquista, carencia de políticas de la memoria y sobre todo, carencia de interés por establecer una justicia que castigue a los culpables y compense a las víctimas. Todas estas carencias tienen un mismo denominador común: el Estado Español.

El fín de la dictadura franquista podría haberse convertido en una buena ocasión para romper definitivamente el círculo vicioso del oscurantismo en torno a la historia de la II República, Guerra Civil, Revolución, represión y exilio y llevar a cabo políticas de reparación y recuperación. Sin embargo, las circunstancias políticas en las que muchos tenían mucho que esconder para cambiarse la chaqueta y las concesiones que la izquierda institucional hizo para entrar en este juego, llevaron a un solape deliberado y consciente de las dos memorias, a las que se les echó una capa gorda de tierra (o de cal) por encima. De la Guerra contra el marxismo, se pasó a la Guerra Fratricida.

El miedo, el nulo interés de las instituciones estatales y locales y la marginación que han padecido en estas últimas décadas tanto las asociaciones de recuperación de la memoria histórica, como otros colectivos políticos directamente afectados por la represión, han condicionado la opinión pública, la cual  se muestra a menudo agresiva y contraria a los proyectos de recuperación y rehabilitación. No se condena a los difamadores acientíficos, pero tampoco se fomenta el trabajo de los historiadores sobre franquismo y violencia en la esfera pública.

Durante las dos pasadas legislaturas, el gobierno del PSOE, supongo que en parte debido a una regeneración de bases y cúpula, puso en marcha algunas tibias medidas como la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica o la creación de un mapa estatal de localización de fosas franquistas. Sin embargo la presión de la derecha y el inicio de la crisis económica han desplazado la memoria histórica de cualquier programa, como si ahora fuera incompatible con todo programa electoral o de gobierno.

A lo que realmente quiero llegar es que me duele oír a la salida de un campo de concentración, cómo un cantamañanas español afirma que los alemanes fueron "tontos" por dejarse hacer "todo esto".

1 comentario

march -

Increíble post Pauli. Me has dejado sin palabras...